El Símbolo

Parece ser que todo comenzó cuando allá por 1893 recaló en el puerto coruñes un barco que transportaba un Obelisco fabricado en Egipto hacia Francia (sería instalado en la parisina Place de La Concorde).
Fue tal el interés popular que suscitó el "artilugio en cuestión" que el barco, con una escala inicialmente prevista de dos días, permaneció quince días atracado.

D. Narciso Obanza y D. Ricardo Caruncho, activos personajes de la vida coruñesa de la época, concibieron entonces la idea de erigir en el centro de la ciudad un monumento similar, que fuera a la vez de utilidad pública (serviría de reloj, termómetro y barómetro) y sirviese de homenaje al santiagués Hijo Adoptivo de La Coruña D. Aureliano Linares Rivas (Diputado por La Coruña, Senador y dos veces Ministro, se había distinguido siempre por el amor demostrado a nuestra ciudad, contribuyendo decisivamente a la aprobación en Madrid del proyecto de Obras del Puerto y a la llegada del ferrocarril a La Coruña. Como agradecimiento la ciudad puso su nombre a uno de los muelles del Puerto y a una Avenida, y erigió dos monumentos en su honor, uno el Obelisco, y otro en los jardines de Méndez Nuñez).
Ni cortos ni perezosos, Obanza y Caruncho lograron que el Ayuntamiento cediese los terrenos para su emplazamiento, y realizase las obras de cimentación y la base y escalinata del monumento. Al mismo tiempo decidieron abrir una suscripción popular para poder financiar la obra.

Iniciada la construcción el 3 de Mayo de 1894 y finalizada el 12 de Diciembre de dicho año, distintos contratiempos con los mecanismos del reloj y de los instrumentos de medición que albergaría, y tras diversos aplazamientos debido al mal tiempo, fue retrasándose su inauguración. Finalmente, el 10 de Febrero de 1895, "contra viento y lluvia", como recogen las crónicas de la época, se celebraron las ceremonias, de cesión del monumento al Ayuntamiento (siendo alcalde D. Carlos Martínez Esparís) que se haría cargo de su custodia y conservación, y de inauguración "in situ", deslucida esta última por el fuerte temporal reinante.
Las 4.289 pesetas (de entonces) que costaron las obras de cimentación, aportadas por el Ayuntamiento, las 40.000 pesetas recaudadas por suscripción popular, y otras 20.000 pesetas aportadas por los proyectistas de la obra, los coruñeses D. SaturninoD. José Escudero, fueron los costes del monumento.

Consta el Obelisco de una base de planta octogonal (a cargo del arquitecto municipal D. Juan de Mesa); una columna acanalada y hueca (para albergar los mecanismos del reloj y el cable del pararrayos) diseñada por el también arquitecto D. Gabriel Vetini Alonso, y construida en piedra con relieves en bronce mostrando alegorías relativas a las Artes, la Industria, el Comercio y las Armas; en la cima un capitel corintio, con un reloj de cuatro esferas (encargado en Francia por el relojero coruñes D. Emilio Vergue) que "debería marcar" las horas de La Coruña y de Madrid (existen 19 minutos y 20 segundos de diferencia horaria solar), y rematado por cuatro barras que señalan los puntos cardinales, una veleta con letras indicadoras de los vientos, y un pararrayos.
En los laterales de la columna, realizados por el escultor madrileño D. Carlos Nicoli, un busto de bronce en relieve de Linares Rivas, y unas placas, de dedicatoria una, y recogiendo datos geográficos y meteorológicos de la época las otras.

Fue ya en su época el Obelisco una obra puntera y vanguardista, que sería imitada por otras ciudades (Londres, Roma o Tokio) que construirían monumentos similares.
Posteriormente, en 1951, siendo alcalde D. Alfonso Molina, sufriría algunas modificaciones. El cuerpo fue aumentado en altura, para adecuarse al crecimiento de los edificios colindantes, y fue acondicionado el entorno de la base con un jardincillo, inexistente en la actualidad.

Pero como nada puede ser perfecto, fueron los relojes que coronan el Obelisco el objeto de innumerables bromas y chascarrillos acerca de su mal funcionamiento (desde su inauguración siempre, o casi, estuvieron desajustados, entre sí y respecto a la hora que realmente deberían marcar), hecho recogido como nadie por Julio R. Yordi en su libro "Cristal y Sonrisa", quien afirmaba:

"Es el Obelisco, centro geográfico y metafísico de La Coruña, magnífica prueba de nuestro humor, ya que no fue alzado para rememorar victorias ni para exaltación de nuestros dioses, sino para entronizar aquello que en La Coruña resulta más inutil: la hora. [...] La Coruña es un puerto, y en un puerto no cabe la rigidez de tierra adentro. La hora pierde su significado constrictivo, y en lugar de precisarla al segundo, como los alemanes; al minuto, como los ingleses; o al cuarto de hora, como los franceses; los coruñeses la referimos a la hora anterior o a la siguiente." ("Secundariamente" este monumento a la hora fue dedicado al insigne protector de La Coruña D. Aureliano Linares Rivas).

"Si quisiéramos describir rápidamente nuestra ciudad y su producto más selecto, el coruñés, diríamos que están a la perfección representados por el Obelisco: elegante, espiritual, clásico, y con una cabeza muy clara. [...] Ese Obelisco es el propio coruñés de buena cepa, dotado de un nativo garbo, que, apostado en la confluencia de Los Cantones y de la Calle Real goza del cielo y de la luz, sin que su cerebro funcione con la estrecha concepción del tiempo de un dómine o un capataz".

Totalmente de acuerdo.

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